Con sólo 16 años, la joven ambientalista muestra determinación, fortaleza y madurez en su lucha por salvar el mundo.
Desde la distancia, Kehkashan Basu parece una adolescente normal que ama la música. Carga su guitarra en la espalda y camina de manera tranquila alrededor del masivo centro de negocios Corferias, en la capital de Colombia, Bogotá. Pero ella es lo opuesto a lo común.
A los doce años, Basi ya era la Coordinadora Global para el Programa de Ambiente de las Naciones Unidas. No solo es la persona más joven en tener dicha posición, sino que había sido la única menor en disfrutar de tal papel. Además, es la presidente y fundadora de la organización Green Hope, un esfuerzo que comenzó en el 2012.
A través del mensaje de vivienda sostenible, ella apunta a empoderar a las personas jóvenes a que sigan sus pasos. Poca es la gente que tan joven, es tan exitosa, por esto hablé con Kehkashan en Bogotá, para aprender un poco sobre qué es lo que la alimenta a construir un futuro distinto.
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¿Cómo nació esta idea y necesidad de hacer un cambio?
Primero que todo, nací el 5 de junio, el día mundial del medio ambiente. Entonces siempre pensé que era apropiado que yo creciera para cuidar a la Madre Tierra y convertirme en una guerrera ecológica. Fue una alegre coincidencia, porque siempre vi a mis padres y abuelos apropiarse de la sostenibilidad como un estilo de vida.
La conversación ambiental nunca fue un sufrimiento, sino más bien algo que había que hacer de manera consciente. De hecho, era parte de nuestras vidas. Cosas como ahorrar agua y electricidad, separar y manejar desechos, eso lo practicamos siempre en nuestra casa. Mi abuela tiene un jardín en el techo que, al día de hoy, todavía mantiene.
Es algo que vi mientras crecía. Cuando tenía 8 años, pensé que ya era lo suficientemente grande para hacer para el planeta por mi cuenta. Entonces, en mi cumpleaños, planté un árbol.
¿Por qué “guerrera ecológica”?
Fue algo que yo me veía ser: una voz que muchas personas pudieran escuchar. Una ve la destrucción que está dándose y mucha gente la ignora.
Entonces, quería ser una voz para el planeta y salvarlo de la destrucción. En ese entonces, me veía como una guerra ecológica y así se quedó el término.
¿Cómo se sentían tus compañeros y amigos de ocho años? ¿Hacían lo mismo? Si no, ¿cómo te sentías vos?
En realidad, no. Muchos de ellos no sabían sobre asuntos ambientales. Soy (todavía) muy curiosa y me gusta leer. Me encanta buscar cosas. Si veía algo que me interesaba, entonces lo buscaba y veía todo el asunto alrededor del tema. Siempre estuve muy consciente de los retos ambientales y mis amigos, muchos de ellos, no.
Entonces, al principio, cuando me vieron, me preguntaban que qué hacía. Pensaban ¿por qué ella va a gastar tiempo haciendo esto?
Mucha gente insultó lo que yo hice, pero no dejé que nada me detuviera, aunque les gustara o no. No me importaba. Lo que sí importara, era que pudiera esparcir el mensaje.

¿Cuándo comenzaste a esparcirlo?
A esa misma edad, a los ocho años. Comencé proyectos en mi escuela, en mi barrio, en los restaurantes, salas de belleza, etc. Gradualmente, muchos de mis amigos comenzaron a seguir esos proyectos en sus vidas diarias también.
Uno de los temas frecuentes que vimos en la 16ta Cumbre Mundial de Laureados Nobel de Paz fue empoderar a los jóvenes y que los estudiantes también enfrenten a los profesores si es necesario. ¿Cómo sentiste que los profesores y el sistema educativo alrededor tuyo reaccionó desde que comenzaste?
Hasta el momento, bien. Hemos recibido mucho apoyo de la Autoridad Educativa de Dubai. Ellos nos hicieron socios, lo que nos ayuda a crear conciencia en la mayoría de las escuelas y universidades del país.
Pero al principio los profesores estaban sorprendidos que alguien comenzara una iniciativa y siguiera con ella. Al pasar del tiempo, se dieron cuenta de que era algo con lo cual yo estaba muy comprometida. No iba simplemente a dejarlo ir.
Luego, fueron extremadamente alentadores. Ahora puedo decir que todos los profesores apoyan lo que hago y el trabajo de mi organización.
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Green Hope se enfoca en proveerle a los jóvenes el conocimiento para que se asuman como actores de cambio en la sociedad. Desde luchas contra la degradación de la tierra, consumo y producción sostenible, hasta igualdad de género y justicia a futuro, la organización apunta a empoderar a los niños y niñas a ser partes claves en el desarrollo sostenible. Actualmente, Green Hope tiene 1000 miembros alrededor del mundo, lo que requiere que Kehkashan viaje mucho. Pero sus profesores también han entendido esta circunstancia. Le han dado su apoyo.
“Sí, pierdo muchas clases. Pero si me pongo al día, tengo permiso”.
Es esta determinación incesante la que le ha dado múltiples reconocimientos internacionales: premio Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación en el 2012, premio Fundación Korea Green en el 2012, premio internacional Eco-Héroe Joven en el 2013, y más recientemente, el International Children’s Peace Prize. Este último se lanzó en el 2005 por una organización llamada KidsRights, que promueve los derechos de los niños y niñas a nivel mundial y que los ve como agentes de cambio en los procesos de derechos humanos. Basada en los Países Bajos, y fundada por Marc Dullaert, esta organización cree que el potencial de los niños y niñas no tiene límites, si pueden actuar y decidir en las cosas que les afecta. Sin embargo, muy frecuentemente, las decisiones sobre los niños y niñas se hacen por ellos y no con ellos, o según ellos. Esto es un reto que Basu reconoce como prioritario.
“El reto más grande es la mentalidad de la gente. Muchas veces, los adultos no toman en serio a los jóvenes. Nunca entendí por qué no nos toman en serio. Piensan que solo porque somos jóvenes, no somos capaces. Pero la edad no tiene nada que ver con capacidad. Entonces, ese es uno de los retos más grandes a los cuales me he enfrentado y creo que seguiré enfrentando. A menos de que cambiemos esta mentalidad no creo que obtendremos un futuro sostenible, hasta que los adultos y los niños trabajen juntos.
Basu ganó el premio International Peace Prize, en el año 2016, por su lucha por justicia climática y en contra de la degradación ambiental. Pero ella no sabía que estaba nominada. De hecho, fue su padre quien la nominó.

¿Qué diferencia ha hecho tener ese apoyo de tu familia, no solo a nivel educativo, sino en torno a tu proyecto de vida?
Mis padres han sido mis seguidores más grandes. Estoy feliz de haberlos tenido durante todo este viaje porque sin ellos no estaría aquí. Me considero afortunada de tener padres tan increíbles, y una familia tan increíble. Espero que mucha gente alrededor del mundo pase por lo mismo.
Kehkashan no da señas de frenar…
Ahora estás en la 16ta Cumbre Mundial de Laureados Nobel de Paz, ganaste el premio, ¿cuál es tu próximo paso?
Ahora mismo Green Hope está en diez países y tiene más de mil miembros. Estoy trabajando en Canadá, instalando la organización ahí. Lo que quiero es que Green Hope esté en todos los países del mundo. No solo hacerlo y listo. Quiero que la gente adopte lo verde como un estilo de vida. Entonces, sí, a eso es a lo que apunto.
Estoy realmente inspirada por mucho de lo que está sucediendo en el mundo. No solo me inspira conocer a la gente, también aprender de las practicas que hemos compartido y pensar cómo se pueden implementar en nuestros respectivos países, dependiendo del ambiente. Estoy emocionada por el futuro.
Me despido de Kehkashan Basu a eso de las tres de la tarde. Tiene que dar un taller frente a jóvenes, a quienes quiere inspirar a cambiar. Lo hará a través de la música. Toma su guitarra, mientras preparan el escenario, ella se pone a afinarla. Vuelve a ser aquella adolescente normal a quien le gusta cantar.

Periodista, ingeniero y escritor. Lo que más importa es crear conexiones humanas y el resto seguirá.