El próximo 4 de febrero, como muchos otros costarricenses, tendré que votar por algún candidato presidencial que no llena mis expectativas
Votaré para proteger la democracia, por la sana convivencia y contra el autoritarismo y el fanatismo religioso. En ese sentido, tendré que comprometer mis principios liberales poniéndole la X en la papeleta a algún candidato al que en condiciones normales jamás apoyaría. Es el precio de preservar la democracia.
De ahí a darle una adhesión pública y notoria a un candidato estatista, clientelista y heredero de la peor tradición de crecimiento irresponsable de la planilla estatal y el déficit, hay una distancia enorme. En la misma semana que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ordenó reconocer el matrimonio igualitario, es altamente desconcertante que una diputada libertaria ofrezca su apoyo a un candidato que no solo cambia de opinión en materia derechos humanos como uno se cambia de calzoncillos, sino que en su más reciente versión ha adoptado un discurso conservador e intolerante.
El Movimiento Libertario perdió el norte hace ya mucho tiempo. De defender las libertades individuales, pasó a defender los intereses particulares de algunos sectores -porteadores, casinos, importadores de cemento- que apoyaban sus campañas. En este sentido, el ML dejó de distinguirse de los otros partidos políticos del país, que siempre promovieron los intereses de sus financistas por encima de los de la ciudadanía en general.
Es vox populi que la campaña del ML está haciendo agua. El partido no tiene dinero, fue condenado por estafa, y los donantes de otrora huyeron por la izquierda en esta quinta y desteñida temporada (¿final?) de la telenovela. El candidato presidencial enfrenta serios cuestionamientos, ya nadie sabe qué principios defiende (¿Estado laico o servilismo a los mercaderes de la religión? ¿igualdad ante la ley o la preservación de los prejuicios conservadores?
¿promoción de la paz entre pueblos hermanos o culpar a los extranjeros de todos nuestros males?), y ha perdido toda credibilidad. No debería sorprendernos entonces que el candidato a diputado por el primer lugar de Heredia, reconociendo que se hunde el barco, esté en viaje de negocios en Chile, a tres semanas de las elecciones.
No es secreto que la relación entre Otto y Natalia Díaz quedó deteriorada tras la última convención interna del ML. Con esto y todo lo anterior, hacía bien la diputada en mantenerse al margen de la campaña, como en efecto lo anunció tras su derrota. En política la paciencia es una virtud escasa y poco agradecida, pero muy valiosa.
Lastimosamente, parece que la paciencia a Natalia finalmente se le agotó. Puede que tentada por el dulce olor de la oferta de un puesto en un eventual gobierno liberacionista, la otrora precandidata libertaria ofreciera su adhesión al candidato verdiblanco. Esta, sin embargo, es solo la coronación de un proceso que a lo largo de año y medio ha llevado a prácticamente toda la dirigencia de la juventud libertaria a buscar refugio en otras costas, muy lejos de los ideales de la libertad que anteriormente pregonaban. Fiel reflejo de un partido que nunca dio espacio a los liderazgos alternativos y que, al abandonar sus principios, privilegió el principio maquiavélico de que el fin justifica los medios, siendo el fin único acceder al poder. O acercarse a él lo más posible.
Hoy estos jóvenes andan por ahí abrazando candidatos presidenciales que ni se atreven ni les interesa hacer una sola propuesta liberal en lo económico -recetándonos más clientelismo, más impuestos y más capitalismo de amiguetes- y que rechazan tajantemente la libertad de elección individual y el trato igualitario ante la ley de todos los ciudadanos.
Natalia es libre de apoyar a quien mejor le parezca. Pero que una supuesta defensora de libertad alegue “afinidad ideológica” al dar su adhesión a un candidato que cree que la solución a todos los problemas es subir los impuestos, y que promueve vigorosamente la confiscación de los bienes de las personas SIN JUICIO PREVIO, demuestra una enorme falta de convicción y una tremenda confusión ideológica, y es producto de un muy lamentable oportunismo aspiracional. Que son, todos ellos, factores que ayudan a explicar el descontento ciudadano con la clase política.
Puede leer para más información: “Esto no es una adhesión al PLN, sigo siendo del Movimiento Libertario” menciona en adhesión Natalia Díaz.
Para Antonio Álvarez, más allá de 15 minutos de atención mediática y un golpe a un partido que ya ni suma ni resta, el efecto neto de este anuncio es el incremento de su caudal en exactamente 4 votos: los de la familia Díaz Quintana. Para Otto Guevara y el ML, representa un golpe más que ya ni siquiera le agrega un moretón a un cuerpo completamente vapuleado. Pero para Natalia Díaz esto representa la pérdida del respeto y de la buena reputación que se había granjeado entre la feligresía liberal-libertaria y, posiblemente, su paso prematuro al ocaso político.
Costa Rica no tendrá un presidente liberal en 2018. Por suerte, para los amantes de la libertad existe la opción de votar por el Partido Liberal Progresista para diputados, y garantizarnos así una representación digna, inteligente, valiente y consecuente en la próxima Asamblea Legislativa. Costa Rica lo necesita. Los liberales lo merecemos.
*Contexto es un medio plural que sostiene la necesidad de una ciudadanía expresiva; dado lo anterior defendemos el espacio público e integral de cada opinión. La opinión no define al medio.

Economista
Presidente del Partido Liberal Progresista