America First es la consigna del 45avo presidente estadounidense.
El discurso inaugural, y ahora la conferencia dada a miembros del partido Republicano en un retiro en Filadelfia, ponen de manifiesto las intenciones, por lo menos discursivas, del nuevo presidente de los Estados Unidos. Su verbo torpe, pero constante, hace alarde de las promesas de revitalizar un país que ha sufrido por las condiciones que las clases políticas le han impuesto.
Para lograr que “América” sea great again, Trump propone la premisa de America first. Es decir, colocar los intereses patrios ante todo. Con ello, el magnate, ahora presidente, pretende solventar los problemas de empleo, y la consecuente situación económica de la clase trabajadora estadounidense.
Made in USA
En la intervención mencionada, Trump señala dos casos específicos donde los intereses nacionales serán puestos como prioridad, ambos igualmente controversiales. El primero, a cuatro días de iniciar su mandato, se trata de reactivar la construcción de los grandes oleoductos Keystone XL y Dakota. Estos mega-proyectos permitirían el envío de petróleo a través de Estados Unidos, conectando dos importantes sitios de producción: Alberta (Canadá) y el Golfo de México.
La anterior administración de Barack Obama, decidió poner un alto a los trabajos, ante las presiones ambientalistas y de grupos nativos norteamericanos. Estos pues la construcción amenaza fuentes hídricas y recursos culturales de Dakota del Norte y del Sur. Sin embargo esas presiones probaron ser fútiles ante Trump, quien firmó una orden ejecutiva para que dichos trabajos se reanudaran de inmediato.
Además, lo hizo añadiendo “una cláusula”, como dice él, para incentivar la producción en territorio propio. Según apunta el mismo presidente, se cuestionó la procedencia del material utilizado para ambos proyectos (dejando entrever la distancia entre el sitio de producción y el de uso). En un ejercicio de suposición, podría inferirse que el material provendría de China o Japón, grandes productores metalúrgicos y especialistas en la materia. Trump quiere revitalizar la producción local, asegurando incluso que sería más barato producir el oleoducto en tierra estadounidense. Podría entenderse que esa pretensión resulta falaz.
Una de las consignas más populares de la campaña de Trump fue la de devolverle a los ciudadanos estadounidenses el trabajo que habían trasladado a naciones con menores costos de producción. Con ello, el presidente asegura que hará eje central de su presidencia el restaurar “aquellas grandes palabras: Made in the USA“.
El Muro de la discordia
Otro de los ejes discursivos, y al parecer programáticos, de la campaña (ahora mandato) de Trump es la seguridad nacional. Pero vista desde la perspectiva migratoria. Trump plantea, como lo propone en otra orden ejecutiva, su segundo gran objetivo: “devolver” de forma inmediata a todo aquel inmigrante ilegal que cometa actos criminales. Además, propone perseguir y eliminar las múltiples ciudades santuarios, donde la acogida de migrantes tiene parámetros más laxos, e incluso evitan la deportación.
Esto tiene que ver con el tinte xenofóbico que impregnó la campaña del magnate. Sumado también a la tensa relación que ahora tiene con México, a raíz de la insistencia de Trump de obligar al gobierno mexicano a financiar la construcción de un muro que demarque la frontera de 3 200 km entre ambos países (cálculos estiman que, dependiendo del tamaño, podría costar entre $15 y $25 mil millones. Sí, miles de millones).
Todo esto mientras el contexto general en el norte era de expectativa ante la espera de la renegociación inminente del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA –por sus siglas en inglés).
Canadá, en una posición de menor dependencia económica y política de Estados Unidos, optó por retirarse de forma pronta, resquebrajando un bloque comercial importante. Por ello, y sumado a la propaganda antiinmigratoria promovida por el gobierno estadounidense, es que México decidió declinar la asistencia al foro de negociación. Esto a la espera de que la administración Trump replantee su interés por el muro. No obstante, el mismo Trump sugirió gravar con un elevado 20% de impuesto a todos los productos importados desde territorio mexicano, y así pagar la construcción del muro.
Las relaciones entre ambos países se encuentran en un estado moribundo, por lo menos desde el punto de vista político. La actitud de Trump sigue siendo conflictiva, mientras que Enrique Peña Nieto, gobernante mexicano, entiende que su país no puede cortar lazos con su vecino del norte, y por ello se encuentra a la expectativa.
El escenario multilateral
Retomando la conferencia de Trump en el retiro Republicano, existe un mensaje peligroso, aludido de forma bastante explícita. El presidente estadounidense pretende, como en el caso del NAFTA, romper y salir de todos los acuerdos multilaterales en materia económica. Con ello peligra el sistema internacional, cuyo avance en materia comercial ha evolucionado hasta la organización en fuertes bloques comerciales (por ejemplo, véase el ASEAN como caso paradigmático).
Seguida la proclama de rompimiento de relaciones comerciales con sus vecinos de la región norteamericana, Trump anuncia y firma la salida del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, en inglés). Con ello, el magnate recuerda, una vez más, que “América” va primero, y que dichos tratados han perjudicado la economía estadounidense, ya que los países le han jugado sucio.
Ahora, dice Trump, Estados Unidos negociará uno a uno —bilateralmente— con aquellos países que así lo deseen. Y que solamente negociarán bajo las condiciones que mejor beneficien a su país. Ello representa una amenaza a la dinámica económica global, ya que genera inmensa presión e incertidumbre sobre los organismos supranacionales que velan por el comercio internacional, así como en las cadenas globales de producción.
No obstante, debe entenderse que la posición de Donald Trump es extrema, ya que Estados Unidos difícilmente podrá imponer condiciones a todos los países (ya que algunos presentan ventajas competitivas en áreas específicas), o repatriar la producción de muchos bienes, dadas las estructuras económicas que muchas empresas han desarrollado en base a la producción barata en otros países.
No obstante, el mensaje es problemático, pues podría trasladarse del ámbito comercial al político. Romper con los bloques podría significar desconocer resoluciones de instituciones del calibre de la Organización de Naciones Unidas (ONU). La expectativa generada alrededor del comportamiento antojadizo de Trump es alta, puesto que sus promesas y consignas atentan contra un sistema internacional que se ha ido construyendo con base en la confianza (en el comercio, en las leyes, en la estabilidad).
Lo que Trump propone es, entonces, un retroceso en el ámbito de las relaciones internacionales, e incluso una trampa para países que, como Costa Rica, dependen comercialmente de Estados Unidos. Esto incluso, de darse un rompimiento de los tratados comerciales regionales, podría conducir a una polarización comercial global, de corte post-soviética. En tal escenario Estados Unidos buscará recomponer su producción interna de forma agresiva, mientras que, a la espera del desenvolvimiento de escenarios globales más complejos, China estará al acecho de cualquier oportunidad de potenciar su crecimiento y posicionamiento estratégico geopolíticamente.
Finalmente…
El discurso de Trump no debe tomarse a la ligera ya que, desde varios puntos, podría afectar seriamente a Costa Rica. El tema económico y comercial, ligado al de políticas migratorias, pueden ser dos áreas de impacto importante.
No debe desestimarse, tampoco, el peso de Estados Unidos en el sistema internacional, ya que cualquier arrebato de su gobernante podría tener repercusiones políticas y diplomáticas serias. De allí que las potencias (China y Rusia, particularmente) se encuentran expectantes. El fetiche nacionalista de Trump podría desencadenar muchas fuerzas imprevisibles.
Como muchos otros análisis de este tipo concluyen, esta pequeña reflexión lo hace también: habrá que esperar para juzgar de forma más fundamentada. Pero si por la víspera se saca el día…

Diseñador gráfico hecho politólogo.