Un demócrata que trabajó para Clinton. Dos cervezas. Tres preguntas. Muchas conclusiones.
Yo estaba en el pub de Faegan’s en Syracuse, Nueva York, poniéndome al día con mi amigo y colega de Democracy Lab, Andrew Joseph, mientras disfrutábamos de un partido de basquetbol. Era flip night en el bar. Se ordena una cerveza y el bartender lanza una moneda. Si uno adivina de qué lado cayó la bebida es gratis. Conversábamos sobre temas políticos en los Estados Unidos y su injerencia en la región latinoamericana. Andrew venía de trabajar como operador político de la campaña de Hillary Clinton y estaba sopesando los méritos de dos ofertas de trabajo; el primero, un prestigioso laburo de muy buena paga con un medio de comunicación en Washinton D.C. y el segundo, la oportunidad de trabajar implementando una reforma al sistema penitenciario de Nueva York. Considero a Andrew un tipo muy inteligente, con mucho que decir, así que quise pedirle su perspectiva en torno a por qué las cosas tomaron el rumbo que tomaron el 8 de noviembre del 2016. Imaginé que este intercambio daría pie a algunas buenas anécdotas de cantina. Ya saben, el tipo de reacciones en la línea de “Ok, contame cómo te sentís en serio“. Apuntaba a esa reacción visceral, incluso cómica, que suele aflorar frente a un par de cervezas.
Desde su perspectiva… ¿qué pasó?
Las cervezas llegaron. Andrew acierta la moneda y no tiene que pagar la suya. Me dispara una cínica sonrisa a medias. “Bueno, para serte franco, no me tomó por sorpresa. Había mucho…”. Andrew toma un trago. Continúa.
“¿Por dónde empezar? Bueno, la sociedad estadounidense está probablemente más dividida de más formas ahora mismo que nunca y para entender por qué el mensaje de Trump ganó hay que empezar por entender el giro demográfico que está dándose en Estados Unidos. Somos un país que está haciéndose cada vez más diverso, más urbano, más económicamente dispar, y más educado. La mayoría de estos cambios están pasando en lugares que lucen extremadamente distintos a aquellos donde no están sucediendo… la forma en que nuestra cultura popular y nuestro mensaje político está abordando esto ha hecho que quienes no se han visto beneficiados (por los cambios) se sientan marginados, incluso cuando esto no necesariamente sea cierto. Las redes sociales y las noticias “a la medida” también separaron la información y las opiniones que recibíamos, de modo tal que muchos quedaron atrapados en su propia burbuja de opiniones. Incluso se dio a la gente la sensación de que cuando se aborda información política todos los hechos son relativos. Muchos creen que la verdad es aquello que se pueda asegurar de forma más enfática y escandalosa y en el caso de Trump quedó claro que se puede ganar una confrontación de ese modo, incluso si solo estabas inventando argumentos. A pesar de su retórica incoherente y plagada de odio durante su campaña hubo muchas personas que votaron por Obama dos veces y luego se pasaron a Trump. Hubo, en mi opinión, un número sorprendente de mujeres que votaron por Trump, e incluso latinos que votaron por él.
Así que para ser más específico, este país está casi en paridad de población blanca y población no blanca, ya casi alcanzamos ese punto. No está sucediendo en todos lados, pero está sucediendo con suficiente fuerza para crear un mercado orientado a todo tipo de entretenimiento, noticias y controversia pública en torno a políticas raciales de un modo tal que no había sucedido hace tiempo… asimismo la corrección política se ha puesto en boga a puntos agresivos. Mucha gente, de forma justificada o no, se siente intimidada y amenazada por esto. Como resultado tenés a un montón de votantes blancos que empiezan entonces a votar de forma conjunta. Un montón de gente que siente (de nuevo, de forma justificada o no) que ser señalados por ser políticamente incorrectos (de forma, digamos, inadvertida) es un ataque. Sienten que si no pasa que son socialmente marginados… entonces sucede que sus opiniones, su cultura y su forma de expresar su lucha personal (todos tenemos una) están siendo deslegitimadas. Hay una sensación de lo “urbano” típico de las costas, la “élite”, vs. la gente que ha sido obligada a sentirse como “nadies”. Ahí es donde un mensaje agresivo, incluso beligerante, resulta atractivo para alguien que ve que todo cambia menos su situación particular. Incluso si esa situación es relativamente buena. Pero especialmente si no lo es. Esta es la razón por la cual los demócratas de Wisconsin apoyaron a Bernie Sanders en las primarias. Esta es la razón por la cual mucha de esa gente terminó votando por Jill Stein, Gary Johnson, Donald Trump o bien, votaron en blanco.
Uno de los momentos en los que me saltaron las banderas rojas fue cuando le di click a un video de Vox que había sido posteado en agosto. Hablaba de un estudio de Pew Research que había identificado ciertos patrones en quienes se identificaban como seguidores de Trump. Encontraron que estas personas tenían educación promedio o menos, ingreso superior al promedio y salud inferior al promedio. Además, que vivían en áreas donde la población blanca era ampliamente superior. Su miedo a los inmigrantes y “al otro” fue considerado un “miedo a la distancia”. Luego de ver eso revisé Wisconsin y me di cuenta que fuera de Milwaukee y Madison ese era un muy buen resumen de la población del estado. Si uno observa lo que sucedió el 8 de noviembre se da cuenta de que ese recuento demográfico equivale a una victoria electoral. Tuve un mal presentimiento cuando hablé con mucha gente que me dijo que votaría por Trump a pesar de que nuestro sistema de cómputo indicaba que se suponía eran “demócratas fuertes”. La decisión de Clinton de no visitar Wisconsin en campaña ciertamente no ayudó.
También me resultó increíble cómo piezas pequeñas de información podían sobresalir sobre otras más amplias, coherentes y honestas. Al inicio yo tenía mis apuestas en mitad-mitad. El comentario de Trump de “grab them by the pussy” alteró la opinión pública de forma notable y en ese fin de semana pensé que teníamos la victoria en la bolsa. Después de eso todo lo que cualquiera tenía que leer era el nombre “Anthony Weiner” junto a “Hillary Clinton” y “Emails” y listo, fue como si todo el país se volteara contra ella de nuevo. A pesar del pasado de Trump, de su personalidad, sus escándalos eran tan frecuentes y esperados que se convirtieron en ruido blanco. Con frecuencia la gente me decía que estaba en contra de Clinton debido a su escándalo, pero cuando yo les preguntaba si Trump era mejor evadían la respuesta o cambiaban el tema. Un tipo incluso me amenazó con “patearme el culo” por “pasarme de listo”. Esto me sucedía al teléfono, en la calle, en los bares, en las tiendas, en los restaurantes… Los tuits de Trump, los titulares, los micro-bits de información fueron más influyentes que los detalles y la sustancia”.
¿Qué piensa que sucedió con el voto latino?
“Bueno, como ya es sabido, partir de que el voto latino es un bloque sólido con una base sólida es una generalización. Ese punto de vista se queda corto a la hora de tomar en cuenta todas las complejidades de la identidad latinoamericana. Ya sabes… es casi que un cuarto de la población mundial. De dónde vienen estas personas, a dónde se han mudado, por qué están en Estados Unidos, por cuánto tiempo, qué tan religiosos son, todos estos factores pesan más que el hecho de hablar portugués o español con tus padres. Por ejemplo, muchos cubanoamericanos votan republicano por el contexto histórico. Dentro de mis amigos latinos, muchos de ellos de origen mexicano, hay en definitiva una fuerte disputa entre quienes creen que la legalización de los indocumentados es la movida correcta, la más pragmática y quienes consideran que cualquiera que se salte el debido proceso de ciudadanía o residencia estaría engañando el sistema que ellos respetaron para llegar a donde están. Estos últimos son más proclives a apoyar una muralla, aunque sea metafóricamente hablando”.
En el transcurso de esta conversación fuimos interrumpidos un par de veces por personas que querían saber de qué hablábamos. En la primera ocasión se acercaron dos mujeres blancas con jeans de diseñador y camisetas universitarias. Una nos dijo que trabajaba en mercadeo y la otra en educación especial. Cuando les explicamos qué estábamos haciendo ambas dijeron que no habían votado pero creo que estaban mintiendo para evitar una conversación acalorada. Andrew coincide:
“Lo que más me llama la atención es que alguien que recibe un cheque de una institución gubernamental y que trabaja con personas ampliamente incomprendidas y necesitadas, quien claramente es una persona compasiva, sea capaz de apoyar a un candidato con un mensaje cargado de odio. Como demócrata, esto me hace preguntarme qué tenemos que hacer para recuperar a una persona como ella”.
Antes de irse, las muchachas nos dejaron una nota:

Más adelante se acercó una muchacha, también blanca, también con suéter universitario. Nos preguntó de qué hablábamos y le explicamos. Resultó ser prima de una chica con la que Andre salió en el colegio. Nos contó que había hecho una pasantía con el senador Chuck Schumer. Lucía relajada y distendida, pero rápidamente mostró estar muy interesada en nuestra conversación. Citó a Cicerón y enlazó la historia de Roma con la victoria de Trump. “La historia clásica brinda un lente grandioso para interpretar la sociedad moderna”, nos dijo.
Pedimos otra ronda, tomamos nuestras cervezas y cruzamos la calle en busca de pizza y un kebab. Lanzo una última pregunta: ¿Por qué alguien que trabajó para llevar a Hillary Clinton a la presidencia muestra tanta empatía por los votantes de Trump?
“Porque si queremos ganar la próxima vez necesitamos entender la perspectiva de todos los votantes. Tenemos que aceptar los motivos por los cuales perdimos y cambiar nuestro mensaje y nuestra estrategia para recuperar a los votantes que perdimos. Hay mucha gente que votó por Trump que va a quedar herida por mucho de lo que el dijo que hará. Gente que no se beneficiará de los políticas republicanas. Tenemos que entender por qué no supimos hablarles y encontrar la forma de hacerlo. Hay mucha gente ahí afuera que siente que paga mucho por los servicios del gobierno sin ver un retorno, sin percibir que su vida mejora.
Sitios como el norte del estado de New York, el centro de Pennsylvania y Wisconsin… la gente ahí está dolida. A pesar de un mejoramiento de vida para muchos en Estados Unidos. Las cosas en este país están en términos generales mejor ahora que en décadas, pero debemos de levantar a aquellos que están quedando rezagados. Creo genuinamente que el mensaje y la política demócrata hará eso. Debemos de encontrar la estrategia y los candidatos que convenzan a estas personas de que es así, tanto en el interín como dentro de cuatro años”.
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Costarricense radicado en NY. Fundador del centro de pensamiento e investigación Democracy Lab. Candidato a doctor en política pública, administración y RRII. Triatleta y rapero amateur apasionado por su hija de nueve años Valentina. Facebook Facebook.com/alvaro.salas.castro/