Costa Rica no es solamente la GAM

Costa Rica siempre se ha pensado a sí misma desde el centro mientras la periferia está en completo abandono estatal. Por ello, censurar el dato me parece injusto para los pobladores de la zona. Los números presentados en las encuestas de participación del TSE son una fotografía de nuestra situación social como país: del cómo nos organizamos, qué priorizamos, qué sabemos, qué ignoramos y qué queremos. En donde no llega la mano y amparo del Estado, llegarán muchos otros mecanismos de alcanzar el poder.

Lo que aconteció en los resultados de las elecciones preliminares, es un fenómeno social tanto interesante como alarmante que debería ser analizado en lugar de negado. Aquí no propongo más que mi opinión y lectura, no conclusiones que deberían ser tomadas como una realidad tajante.

Voto: Reacción ante la posible incomodidad

En estas elecciones el voto parece haber sido producto de una reacción que supuso la polarización de ideas entre aquellos que consideraban una cosa u otra. Pareciera, se reaccionó ante dos hechos: la resolución de la Corte IDH y las guías para la educación sexual del MEP. Aunque hayan sido dos situaciones que parecen estar aisladas una de la otra, arrastran un concepto de peso para los costarricenses: la familia.

La configuración del ideal de la familia está arraigada a nuestra construcción histórica y cultural. “La familia” nunca se había visto amenazada hasta hace poco. Y no hablo de una amenaza desde la academia y lo discursivo. Ante estas dos situaciones la familia idealizada está, a nivel fáctico, en jaque. No podemos ignorar y pretender una respuesta pasiva en un contexto que sabemos religioso. Y es que la religión por sí sola no es el porqué de fondo de todo esto. Claro está que la construcción del concepto de familia que se reproduce viene en gran parte de allí, sin embargo, la reacción responde a una posible y futura incomodidad dentro de las formas de sobrevivencia que históricamente hemos establecido como institución básica. Es decir, el proponer una apertura en el concepto cultural de familia generó ansiedades y tensiones, porque con él se sobrevivía dentro de una organización social; se le llenó de sentido y significado simbólico que logró calar en nuestras tradiciones, costumbres y formas de vida a lo largo del historial costarricense pasando también por lo que consideramos moral, o todo lo contrario.

Las tensiones y ansiedades sociales parecen ser entonces consecuencia de una potencial (si no es que ya se vive) incomodidad social al presentar un concepto de familia que se creía universal y de sentido común, a uno exigido por otras poblaciones y comunidades, mucho más abierto y flexible.    

La brecha ideológica no nos conviene

Lastimosamente y para alegría de una estudiante de antropología, la cultura en la que estamos inmersos es equivalente metafóricamente a un océano cuyas aguas nos empaparán por siempre. En otras palabras, cuando nacemos en una cultura esta nos invitará de primera mano a no cuestionar lo que experimentamos dentro de ella porque a cada quien le funciona. Así de simple. El cuestionar en dónde vivimos, desde dónde agenciamos y quiénes somos para la cultura, vendrá después si hay algo en ella que nos atraviesa a menor o mayor escala. Es decir, cuando su configuración como sujetos y en cuanto individuos nos deja de funcionar personalmente por unos cuantos detalles que nos incomodan poderosamente. 

Es entendible entonces pensar en una población que por decisión propia y porque es lo que más le conviene en cuanto sobrevive, piense en la familia como un imperativo que no puede dejar de existir. No se cuestionaba a la familia porque no necesitaba ser cuestionada. La religión y sistemas de creencia son (hasta el momento) instituciones consolidadas y realidades vivas. Las personas saben claramente que votaron por la familia y no necesitaron de nada más. La familia era (y es) así de importante para los costarricenses.

Cabe resaltar que las personas tienen agencia. En este sentido no están desinformadas: en estas elecciones no se votó ni por un partido, ni por un o una presidente, se votó por una postura y la postura se conocía. Del variado menú de temas de incumbencia nacional, decidimos centrar nuestra discusión en la familia y la educación sexual. Y que por cierto, es una elección a nivel de discusión peligrosa. Es peligrosa porque hay un exceso de focalización en estos dos temas: desde los “debates” que se llaman a sí mismos debates, hasta los medios de comunicación y preguntas dirigidas a candidatos en la prensa escrita. ¿Y los otros temas de interés nacional? Con esto no digo que el porqué de la reacción nacional no sea digna de análisis, sino todo lo contrario. Pero con ello esperaría una salida y una desfocalización a estos temas que parecen caer en círculos viciosos, quitándole espacio a otros temas de urgencia nacional.

Es potencialmente peligrosa además, porque no se ha hecho más que aumentar la brecha entre ambos bandos, polarizando y creando supuestos “discursos de tolerancia” entre los que claramente están a favor o en contra, cuál si esto fuera un referéndum nacional o peor aún, un clásico de partido de fútbol. No nos conviene.

Sin embargo, estos y estas que le temen a esta clase en particular de incomodidad no son quienes la viven: en este sentido, tienen mi voto aquellas minorías sociales a las cuales hoy día se les incumple con sus derechos. Hay que entender que negar o privar de derechos significa sin tapujos, que vemos a otro ser humano como no humano, o menos humano. En este sentido, la negación de ciertos derechos humanos es real. Y de más está decir que esto debería cambiar.

No es pelear con las personas, es pelear con la información

Superado el porqué  parece ser que se defiende a la familia, debemos leer entre líneas para descubrir el significado detrás de “la protección a la familia” y pedir justicia a lo que debería ser su verdadera intención social. ¿Qué es proteger a la familia? ¿Desde dónde se quiere proteger? ¿Y de quiénes?

El discurso detrás de “la protección a la familia” es uno que alega al ideal del imaginario costarricense de “familia”. La familia tradicional es un espejismo que se persigue desde modelos familiares que son unos muy distintos de los otros a lo largo del país. Todo mundo cree saber lo que es y el cómo se conforma y sin embargo en todos los casos, la familia es algo distinto: es un concepto de sentido común. Cabe hacer la obviedad entonces, que aquello que conocemos como “familia estándar” o “tradicional” en el panorama social real, no existe más que como un machote en el que se intenta calzar.

Si se habla entonces de proteger a la familia, ¿por qué no se habla de los muchos casos de femicidios, violencia intrafamiliar, violencia a la mujer, a las y los niños, al hombre y demás? ¿No sería esto proteger realmente a la familia? La sexualidad es un tema vivo que cruza varios ámbitos sociales y al ser negada desde lo legal, excluimos también una futura educación, políticas laborales y condiciones migratorias. La lista podría continuar.

Educación

La decisión ya está tomada. Ahora no queda más que prestarle atención no sólo a este problema que pasa también por la sexualidad, institucionalidad, lo laboral y lo cotidiano, sino también cuestionarnos y analizar el porqué y quiénes fomentaron el abstencionismo en estas elecciones. Habría que preguntarse si está dentro de lo que cabe, justificado o no, que la periferia nacional ya no crea en las promesas electorales y porqué sucede esto. La indiferencia ante las elecciones no es gratuita. Tampoco podemos quedarnos revoloteando en un mismo tema aunque sea de peso social: el déficit fiscal lo tenemos encima. Y friendly reminder: La asamblea legislativa que nos representa ha sido elegida.

No queda más que prepararnos como población a muchos disgustos ante lo poco que vaya a acontecer en cuanto “progreso”. Y ante esto no me queda más que apelar a la educación. La educación que permita salir a la superficie del océano y mirar de cuál manera estamos empapados. Una educación que fomente la discusión, el ser críticas y críticos de nuestros propios tiempos y discursos “académicos” que a veces empañan nuestra visión de mundo de color rosa. Hay maneras no-formales de educar y propiciar este cuestionamiento. Con sinceridad además digo, que no se me ocurre otra solución y también digo, que no sé directamente el cómo aplicarla. Bajo estos términos, soy idealista. Estamos ante una tarea difícil: ¿de qué tipo de educación hablo y cómo se aplicaría?

Sí sé que seguir quejándonos por lo ocurrido no es una solución práctica. Las respuestas sociales son reales y negarlas o suprimirlas alegando a la “ignorancia” no hacen más que quemar el posible puente de comunicación entre dos poblaciones asustadas. La injusticia está en todo el país. Ahora más que nunca las humanidades y ciencias sociales deberían estar allí, preguntándose el cómo generar cambio social desde el entendimiento y comprensión de todos y todas, no sólo el de unos cuantos.             

*Contexto es un medio plural que sostiene la necesidad de una ciudadanía expresiva; dado lo anterior defendemos el espacio público e integral de cada opinión. La opinión no define al medio.

                 

Cristina Barquero

Estudiante de antropología y filosofía de la Universidad de Costa Rica. Me gusta la gente (y el porqué hacen lo que hacen), el vino, la muerte y bailar a ratos.

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