En política, la comunicación verbal y no verbal es de trascendental importancia para transmitir un mensaje idealmente persuasivo y positivo. El cuerpo, a través de posturas, movimientos de manos y expresiones faciales, habla permanentemente. La selección de nuestras palabras y el tono en que las decimos tienen el poder de crear, de destruir y de dividir. Los eslóganes y las imágenes que los políticos utilizan, asimismo, buscan crear conexión con el votante y convencer del sufragio. Hoy, a la luz de diferentes frases, declaraciones y comportamientos que observo en los aspirantes finalistas, expondré algunas reflexiones sobre la imagen del candidato de Restauración Nacional y de uno sus más cercanos colaboradores.
Aspirante vs Presidente
Fabricio Alvarado asegura ser hombre de manos limpias. Esto se ha convertido en su muletilla, lo cual fue evidente en los debates organizados por Extra TV 42, Canal 7 y Repretel. Además, lo podemos ver en sus publicaciones de Facebook, por ejemplo, en la del 30 de noviembre del 2017. En esta, se coloca el eslogan en una fotografía que muestra las palmas de unas manos abiertas en un gesto que sugiere ‘recibir la gracia’, creando un relación entre un eslogan con fines políticos y una imagen de alusión religiosa. La frase, claro está, no hace referencia a la higiene personal, sino que, en su caso, se podría asociar a una alegoría de estar limpio de pecado, nítido de corrupción o tener pureza de corazón.
En realidad, la apropiación de la frase es atrevida, pues quien ha sido reconocido históricamente en nuestro país bajo esta expresión fue el ex-presidente José Joaquín Trejos Fernández, 1966-1970 (La Nación, viernes 12 de febrero del 2010). Trejos se ganó la reputación de ser un hombre de manos limpias por su honorabilidad, honestidad en su conducción como presidente, por su habilidad para negociar sin mayoría legislativa, por importantes avances en justicia social, entre otros (Carta Social Cristiana, octubre del 2016), por lo que, para alguien que se encuentra en una condición de candidato y la utiliza, se podría considerar un gesto oportunista.
¿Un juego de conveniencia?
En el debate organizado el 14 de enero por la Iglesia Católica, a los candidatos presentes se les preguntó cuál sería la posición de su gobierno en relación con la resolución de la CIDH. El candidato Fabricio, con entonación rebelde, respondió: “No hay nada que acatar. No es vinculante y, si fuera vinculante, un gobierno de Restauración estaría dispuesto a salirse de la corte” (La Nación 10 de enero del 2018). Su verbo fue encendido, apresurado y el dedo índice de su mano derecha lo presionaba hacía abajo, como si quisiera traerse abajo el pronunciamiento de la corte. Su cuerpo endurecido gritó más que sus palabras (video de Radio Pilarcita). Varias semanas después, finalizando una visita en Rohmoser y bajo la mirada vigilante del expresidente Óscar Arias, el candidato salió diciendo: “era una opción que estábamos contemplando” (Semanario Universidad, 20 de febrero del 2018).
Su posición varió o, quién sabe, tal vez se la reajustaron. De ser así, aplicaría en él lo que el escritor español Enrique Jardiel una vez dijo: “Los políticos son como los cines de barrio, primero te hacen entrar y luego te cambian el programa.”
¿Lengua incendiaria?
En el debate final de la primera ronda, organizado por Repretel, Fabricio aseveró que la actual administración “pisoteó los valores familiares de todos los costarricenses”. ¿De todos los costarricenses? ¿Cómo lo podría saber? Para algunos, la generalización podría sonar válida, pero no lo es, pues retuerce la verdad hacia donde más convendría. Acuerpó esa frase con los dedos de su mano izquierda en puño, llevando el gesto hacia adelante, dejándoselo al televidente. El verbo ‘pisotear’ crea una imagen de pasarle por encima a algo o a otras personas e, inevitablemente, deja una sensación de que se ha causado un perjuicio moral. Este tipo de expresiones pueden polarizar a la población, pues generan muchos sentimientos. El explosivo, en este caso, parece ser lanzado fuera de la arena del debate y la evidencia existe, pues en redes sociales vemos insultos y enfrentamientos.
La noche del 4 de febrero, desde el Hotel San José Palacio, el candidato envía un mensaje al país. Su discurso fue contrastante con el llamado de unidad nacional al que solo minutos antes había apelado su contrincante. Esta vez, como un grito de guerra, con aire desafiante y polarizando posiciones advirtió: “Nunca más se metan con la familia.” (La Nación, 4 de febrero del 2018). El mensaje fue acuerpado con una mirada endurecida, un movimiento de cabeza hacia adelante que sugiere enfrentamiento, además, la acuerpó su forma de apuntar incisivamente con el dedo índice, el cual tiene una connotación principalmente agresiva e incómoda: intimidar. En un corto lapso, reiteró este gesto aproximadamente 17 veces, pudiéndose dar a entender que él tiene la autoridad moral para retar (transmisión de Teletica canal 7, 4 de febrero). Asimismo, no usó la oportunidad para dejar claro a qué tipo de familia se refería, dejando el término en el aire.
¿Hay más?
En el programa Malas Compañías, conducido por el periodista Ignacio Santos el día 26 de febrero, se le preguntó lo siguiente a Francisco Prendas, candidato por la segunda vice-presidencia:
Ignacio Santos (fuera de cámara): “¿En una selección para un cargo, entre dos personas que tengan más o menos los mismos atestados, podría ser electo un gay o un ateo en un gobierno de Fabricio Alvarado?”
Prendas (visible ante la cámara): “Yo lo veo un poco difícil… posiblemente nos iríamos por la otra persona.”
Ignacio Santos (fuera de cámara): “Lo que me está diciendo es que van a discriminar…” Las voces se entrecruzan. Prendas se trae las manos hacia su pecho, buscando posiblemente credibilidad, pero simultáneamente bloquea la conexión con el entrevistador. Por la dinámica de presión que se genera, en comunicación no verbal este gesto sea asocia como una forma de defensa y para escudarse. De manera extraña, con la cabeza él asiente dos veces. El gesto parece inadecuado y contradictorio, restando valor al mensaje y dificultando su comprensión. Por la impresión generada, es más que claro que el señor Prendas pasó un momento incómodo.
¿Acciones restauradoras?
En definitiva, vemos cómo en las declaraciones y en el lenguaje corporal de Fabricio Alvarado y de Francisco Prendas, se percibe, por un lado, la intención de que se les asocie como el partido del “monopolio de los valores”, pero, por otro, sus gestos y palabras lanzan piedras al aire, pudiendo generar el efecto contrario de lo que dicen representar. Tal vez, después de todo, esta puede que sea una de las campañas menos “restauradoras” que hayamos visto en años. Por eso, como votantes críticos, es importante prestar atención al mensaje verbal y corporal de forma inseparable, para, de esta manera, detectar contradicciones y mensajes ambiguos. Lo que una vez expresó el reconocido actor Matt Dillon podría evidenciar precisamente lo que vemos en Restauración: “En política hay tantas contradicciones, tantos agujeros, que no sabes ni lo que está pasando.”
Mañana seguimos con Carlos Alvarado

Analista no verbal y director escénico.
Universidad de Costa Rica, Ecole Internationale Jacques Lecoq.