Fabricio Alvarado, Restauración Nacional
Fabricio Alvarado es conocido como buen periodista y un ejemplar padre de familia. Cuenta una historia que luego de que un sacerdote católico le hiciera un llamado de atención, este decidió abandonar el catolicismo para formar filas en la iglesia evangélica. En ambos espacios, lo ha caracterizado su facilidad de verbo y amor por Cristo. La altivez que también le singulariza fue estimulada desde su infancia, y bueno, algunos resultados saltan a la vista, pues no solo se ve a sí mismo como el diputado que defiende la familia, sino que se auto percibe como el próximo presidente de la República 2018.
Su eslogan es Hagámoslo juntos. ¿Hagamos juntos qué? El lema califica como uno más de los ambiguos eslóganes que caracterizan la política costarricense. En su frase y bandera, vemos un sol, las palabras Fabricio, Presidente, 2018 y Restauración Nacional. Todos los elementos en sí forman una casa con un sol sobre esta. La palabra restauración es la parte más iluminada, donde nace la luz. El nombre Fabricio está de color blanco y es el centro de atracción.
Similar a otros candidatos, Alvarado no acuerpa el eslogan, es decir, su imagen y su conducta no verbal no es lo suficientemente coherente con el lema. El candidato destaca por su individualismo y por una agenda poco inclusiva. De hecho, si se observa bien, una cantidad importante de sus gestos con las manos apuntan hacia dentro, hacia él mismo. Esto constaté personalmente en el debate auspiciado por el politólogo Claudio Alpizar el día 2 de octubre en el Club Unión. El candidato habla con fluidez y tiene la habilidad de responder con celeridad, pero paradójicamente es un aspirante que, aun siendo joven, no cala en la juventud, como sí lo hace Carlos Alvarado, por ejemplo. Fabricio Alvarado, de manera similar a Sergio Mena del PNG, son adultos mayores atrapados en el cuerpo de dos hombres de 37 y 42 años.
Su partido se llama Renovación, lo cual se asocia con rejuvenecimiento, regeneración y transformación, sin embargo, quien ocupa el primer lugar para llegar a la Asamblea es Carlos Avendaño, un hombre ya grande que, de ganar, volvería por tercera ocasión. Su sed de servicio es muy grande. La agrupación se caracteriza por hacer un ferviente llamado al voto, utilizando el talento de pastores, entre otras formas de voluntariado; y sus ovejas, obedientes, van a las urnas para cumplir con la tarea encomendada. Cuando uno escucha y observa al candidato, este se enaltece y deja un sabor profético de ser el escogido de Dios para ser nuestro futuro presidente. En febrero, sabremos si Dios lo eligió o no.

Analista no verbal y director escénico.
Universidad de Costa Rica, Ecole Internationale Jacques Lecoq.