La editorial independiente se niega a morir.
Perro Azul es probablemente un nombre desconocido para los menores de 25 años, pero a inicios del siglo XXI marcó el comienzo de una etapa importante en la producción literaria independiente del país. En aquella época muchos autores estaban ansiosos por publicar pero tenían espacios limitados (incluso monopolizados), por lo que era necesario un lugar para la poesía contestataria.
Osvaldo Sauma, Luis Chaves, Aléxander Obando, Alfredo Trejos y otros autores, hoy considerados como referentes del medio, vieron entonces cómo sus libros se materializaron bajo la editorial independiente Perro Azul. Durante once años, el sello se encargó de mantener una importante cantidad de publicaciones, que sirven hasta hoy como referencia de los grandes autores que ha tenido (y tiene) el país a nivel de poesía cuento, novela y ensayo. Sin embargo, en el año 2011 la editorial se tomó un respiro que se extendió hasta el 2015, cuando regresó con más fuerza que antes y con nuevas jóvenes promesas de la literatura nacional y centroamericana.
Escribir sobre Perro azul implica conocer su historia, la realidad de una editorial independiente y todos los cambios que ha sufrido, y la reinvención del sello tras esa pausa de 4 años; esto último a través de nuevas editoriales independientes. Carlos Aguilar, su fundador, nos acompañó durante una grata conversación para lograr contar esta historia.
Inicios
El año 2000 vio nacer a Perro azul bajo la iniciativa del diseñador y editor Carlos Aguilar, quizá inspirado por otros esfuerzos que se habían realizado a finales de la década de los 90 por consolidar una editorial independiente en el país. El peculiar nombre del sello lanzado por Carlos es un homenaje a la reconocida educadora, pintora, investigadora y militante política Emilia Prieto.
“Yo la había conocido porque yo era militante del partido socialista. En las actividades culturales de Pueblo Unido yo era el edecán de doña Emilia, luego nos hicimos amigos. En una de esas, conversando, me dió una de sus coplas que es “en la puerta de mi casa había dos perros, dos perros echados, uno era azul y el otro se fue”, en ese momento a mí me pareció muy surrealista, entonces yo le dije: Doña Emilia hay que ponerle a algo Perro azul”.
En ese época ya conocían de varias escritores que querían publicar; la idea era hacer una editorial que ofreciera una respuesta a la movida literaria existente pues en ese entonces el grueso de la oferta venía de editoriales públicas y estatales, donde suele imperar un ambiente complejo para publicar… ¡Era necesario un proyecto independiente!
“Le pedimos ayuda al Centro Cultural de España (Jesús Oyamburu) y nos dieron plata para empezar a editar. Publicamos de un solo cuatro libros: Bitácora del Iluso (Osvaldo Sauma), Historias Polaroid (Luis Chaves), La mano suicida (María Montero) y Maremonstrum (Mauricio Molina). ¡Imagínese qué clase de libros publicamos! Los presentamos de un solo todos… ¡No nos aguantamos!”.
El Perro sumó desde sus inicios a los cuatros poetas clave de toda una generación. Desde entonces han publicado solo trabajos que se amoldan a una estética determinada, para el sello era fundamental consolidarse como una editorial que ayudara a renovar la poesía del momento. Su médula es (y sigue siendo) una estética contestataria, distinta, no complaciente, no son libros sobrecargados de metáforas, son cotidianos, apegados a una realidad nada existencialista.
El inicio del fin de un ciclo
“Fueron procesos complicados” nos dice Carlos.
Aunque su punto de partida fue la poesía llegaron a consolidar otras tres grandes colecciones: novelas, cuentos y ensayos; de este último género poseían una colección envidiable. En novela publicaron la icónica obra de Alexander Obando: El más violento paraíso, un libro que marcó una época y que rompió la estructura de la narrativa tradicional con un eje conductor totalmente distinto al hasta entonces popularizado en el país.
Gracias a alianzas clave (particularmente con Cooperación Española) lograron publicar uno o dos poetas nuevos por año. Así se publicaron libros de Alfredo Trejos, Camilo Retana, Silvia Piranesi y Esteban Chinchilla entre otros. “Si ves a toda la generación posterior a Molina, Osvaldo y demás, también le dimos seguimiento. Pero se nos gastó un poco la cuerda, publicar uno o dos libros al año, no era suficiente, una editorial no se mantiene con eso”, explica Carlos.
“Fue en el 2011 más o menos que nos dimos un espacio… estábamos un poco agotados porque la distribución nunca la pudimos solucionar bien… entonces, para una editorial de 10 años, no lograr dar ese salto… fue un escollo muy fuerte. También hubo toda una renovación de la cooperación de la agencias y no se apostó mucho en edición. Decidimos repensar nuestra estrategia y decidir si íbamos a continuar”.
Del 2011 al 2015, ¿Qué pasó?
Alejarse del todo de la literatura resultaba imposible, Carlos se dedicó a leer y a realizar trabajos que le dieran sustento económico. Como proyecto alterno surgió la idea de montar una pequeña planta de conservas, algo totalmente diferente que podría ayudar a inyectar capital a la editorial.
“Uno de nuestros fallos fue que la editorial dependiera de recursos internos, la recuperación del dinero que se invierte en una publicación es lentísima, como a 5 años. Logramos sacar a la luz a gente muy valiosa, pero la sostenibilidad era necesaria. Alejarnos y repensar fue una oportunidad para resolver eso”.
A finales del 2015: el regreso
“Al volver nuestra meta era simplificar el proyecto, ahora no tenemos local y trabajamos por pedido de manera virtual. Con recurso sano estamos construyendo una página web muy ambiciosa que tendrá todas las herramientas para poder comercializar los libros en línea. Ahora decidimos qué proyectos financiamos en el año y que las ganancias que se generen sean para editar otros libros. Meter y no sacar…”.
Regresaron entonces con la convicción de que Perro Azul es necesario, pues había creado un espacio vital que amparó y recogió a autores hasta entonces atrapados en un limbo. Además, otras editoriales como Germinal y Espiral llegaron a terminar de consolidar una ventana cada vez más grande, cada vez más necesaria. Tras su retorno, el sello liderado por Carlos está concentrando su trabajo en recuperar autores que siguen dispersos y en consolidar más las alianzas regionales, sobre todo a nivel centroamericano.
“Para la pasada Feria del libro presentamos a Pablo Segreda, que me parece fue nuestra apuesta clave pues representa lo que la editorial es en esencia. Consideramos que nos nutrimos de la poesía nueva y es lo que vamos a seguir haciendo. Obviamente tenemos 10 años de trabajar, entonces tenemos autores que son nuestros poetas y narradores y que tienen su casa, que va a seguir siendo su casa”.

El reto de la editorial independiente
“En un momento fuimos muy ingenuos… soñábamos con que nuestra editorial se hiciera grande con nuestros autores, a puro pulmón… En realidad hace falta más organización, administración, más dinero y una capacidad de distribución más ambiciosa. Todo fue muy artesanal, hacíamos los libros, artes bonitos, lo distribuíamos entre amigos… pero no sabíamos en realidad como venderlos”.
El apoyo a la producción nacional… Una deuda pendiente
Cuando se habla de una distribución casi nula también se hace referencia a los escasos espacios de exposición que poseen las editoriales independientes, y al poco apoyo de las grandes corporaciones que lideran la venta de libros en el país.
“No hay espacios para los autores costarricenses y no es por calidad o presentación, es porque nuestros libros son baratos, cuestan 5000 colones, entonces el nivel que tienen de ganancia ellos es un 30% o 40% por lo que prefieren no tenerlos para no ocupar espacios. Por eso si creo en la necesidad de una ley para los librerías donde se obligue a vender la producción nacional… En Francia existe una ley donde los libros de editoriales pequeñas tienen que ser vendidos a las par de las grandes editoriales, de otra manera es muy difícil alcanzar a ese publico que va a la Universal, a Lehmann, ellos no tienen posibilidad de conseguir los libros de nuestra editoriales”.
Debido a esta situación la gran vitrina del año para los autores nacionales es la Feria Internacional del Libro, razón por la cual muchas editoriales trabajan en función del evento. Sin embargo, en la edición de este año a los editores independientes les cobraron por su espacio, lo que a criterio de Carlos representa un retroceso frente a los esfuerzos que se venían haciendo.
“Antes no nos cobraban… tampoco es que era gratis pero había un convenio con el Ministerio de Cultura anterior… no es que la Cámara del Libro diera el espacio regalado pero el ministerio tenía un proyecto para solucionarnos a los independientes estar ahí. Ahora tenemos que pagar y aparte hay una selección poco profesional. No es pedantería, pero no es lo mismo una editorial como la nuestra, o Uruk o Germinal, que otras editoriales que se denominan independientes porque son publicaciones de autor. Teníamos que disputar los espacios para las presentaciones en esas condiciones… resultó imposible”.
El recuento de los ladridos
Doce años de existencia dejan números importantes cuando de un catálogo de libros se habla. Hasta la fecha Perro Azul ha logrado publicar ciento cincuenta títulos. En el 2015, para su regreso, presentaron nueve publicaciones y este año ya ha legado siete nuevos libros. Antes de que caiga el 2016 esperan presentar su sitio web y una colección de arte y fotografía.
A los nuevos lectores del sello, Carlos les recomienda lo que considera son obras cumbre de Perro Azul: Cartas sin cuerpo (Alfredo Trejos), La Mano suicida (María Montero), Soundtrack (Felipe Granados) Maremonstrum (Mauricio Molina) e Historias Polaroid (Luis Chaves).
Para quienes ya tienen esos libros en casa, la recomendación obvia es repasar las novedades del 2016. En poesía sobran las opciones: La infancia es una película de culto (Dennis Ávila), Martes como toda la vida (Denise Vargas), La terrible noche (Guillermo Sáenz P.), El arca de Noé (Michael Barrantes) y Antes éramos moviola (Pablo Segreda J.). Además, las novelas: Sin voz ni techo y Condenado sin proceso de Nacer Wabeau, así como el ensayo Marxismo y globalización capitalista de Roberto Ayala.